Cada cual tiene sus trucos. Yo solía escribir; la tinta era mi vía de escape pero de un tiempo a esta parte, cuando me sobreviene la tristeza, esta es tan, tan densa que las palabras me evitan. Qué sola me siento entonces... Y recurro pues al llanto: común, pero eficaz. Claro que no siempre es fácil echarse a llorar. Y qué queréis que os diga, para esto también tengo atajos:
La poesía suele funcionarme. Un par de versos tristes pueden sonar a aullido de dolor:
Me sobra corazón.
Hoy, descorazonarme,
yo el más corazonado de los hombres,
y por el más, también el más amargo.
No sé por qué, no sé por qué ni cómo
me perdono la vida cada día.
Miguel Hernández.
Y si esto no surte efecto, siempre podemos poner una de esas películas que te parten el alma en dos y luego solo queda echarse a llorar y darse un atracón de cosas dulces:
Si el cine no es oportuno y ya hemos descartado la poesía, que no panda el cúnico cunda el pánico: la literatura no nos abandona aún. Hay libros que, con un poco más de tiempo, también nos dejan rotos y desconsolados, preparados para las lágrimas. Yo podría recitar mil títulos, en especial los de Carlos Ruiz Zafón, pero Marina es la más bella y triste historia que jamás me han contado... He aquí un fragmento:
“Mi amigo Óscar es uno de esos príncipes sin reino que corren por ahí esperando que los beses para transformarlos en sapo. Lo entiende todo al revés y por eso me gusta tanto. La gente que piensa que lo entiende todo a derechas hace las cosas a izquierdas, y eso, viniendo de una zurda, lo dice todo.
Me mira y se cree que no lo veo. Imagina que me evaporaré si me toca y que si no lo hace, se va a evaporar él. Me tiene en un pedestal tan alto que no sabe cómo subirse. Piensa que mis labios son la puerta del paraíso pero no sabe que están envenenados. Yo soy tan cobarde que por no perderlo, no se lo digo. Finjo que no lo veo y que si, que me voy a evaporar…
Mi amigo Óscar es uno de esos príncipes que harían bien manteniéndose alejados de los cuentos y de las princesas que los habitan. No sabe que es el príncipe azul quien tiene que besar a la bella durmiente para que despierte de su sueño eterno, pero eso es porque Óscar ignora que todos los cuentos son mentiras, aunque no todas las mentiras son cuentos. Los príncipes no son azules y las durmientes aunque sean bellas, nunca despiertan de su sueño.
Es el mejor amigo que nunca he tenido y, algún día me tropiezo con Merlín, le daré las gracias por haberlo cruzado en mi camino.”
Me mira y se cree que no lo veo. Imagina que me evaporaré si me toca y que si no lo hace, se va a evaporar él. Me tiene en un pedestal tan alto que no sabe cómo subirse. Piensa que mis labios son la puerta del paraíso pero no sabe que están envenenados. Yo soy tan cobarde que por no perderlo, no se lo digo. Finjo que no lo veo y que si, que me voy a evaporar…
Mi amigo Óscar es uno de esos príncipes que harían bien manteniéndose alejados de los cuentos y de las princesas que los habitan. No sabe que es el príncipe azul quien tiene que besar a la bella durmiente para que despierte de su sueño eterno, pero eso es porque Óscar ignora que todos los cuentos son mentiras, aunque no todas las mentiras son cuentos. Los príncipes no son azules y las durmientes aunque sean bellas, nunca despiertan de su sueño.
Es el mejor amigo que nunca he tenido y, algún día me tropiezo con Merlín, le daré las gracias por haberlo cruzado en mi camino.”
Aun así, si la música es lo que os cautiva, también tengo para vosotros, mis desconsolados amigos, una recomendación. Cuando estoy triste y me apago esta canción me arrulla, como una nana, porque realmente sabe a derrota y a miel...
Y hasta aquí mis consejos caseros de Mamá María. Claro que, si sois más convencionales, tengo unas magníficas instrucciones del gran Julio Cortázar para esta, a veces, tan compleja empresa:
Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente. Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca. Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia adentro. Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos.
See u soon, folks!
EN LA REVISTA DE ESTE AÑO HAY UN ARTÍCULO SOBRE LA EXISTENCIA O NO DEL ALMA
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