domingo, 31 de marzo de 2013

Aves de paso...

Este artículo lo inspira una canción de uno de los más grandes cantautores que ha dado este país. Como siempre, el Maestro, Joaquín Sabina...


Antes de comenzar, creo que deberían leer la letra de esta canción, pues no tiene desperdicio, mientras la oyen de fondo.

¿Alguna vez os habéis parado a pensar en cuánta gente pasa por nuestras vidas sin dejarnos marca? Se van sin despedirse, apenas dejando una nota y cerrando la puerta tras salir de nuestra vida. Se van con naturalidad, como si se esperase su marcha, como si en el momento en el que entraron, se hubiese firmado un pacto en silencio sobre ello. 

El Flaco de Úbeda las llama aves de paso. Esas personas que llegan justo cuando tú estás en el subsuelo, derrotado y hundido, sacudiéndote los escombros de otro fracaso más. Llegan, y quizá porque no las conoces de nada les cuentas todo y algo mágico os une. Puede que esa persona de un día para otro se convierta en aquella con la que más hablas, a la que más ves, a la que cuentas todo o con quien más ríes. Puede quedarse una semana, un mes, varios. Y después... Sin besos de despedida y sin palabras bonitas -como dice Amaral-, se va. Se va y no te deja perdido. Porque era un ave de paso y tú siempre lo supiste. Porque no significó nada. Estuvo ahí, lamió tus heridas y se fue. 

Quizá tu fuiste lo mismo para esa persona. Fue una relación simbiótica en la que os curáis mutuamente la sombra de otros errores y cometéis otros que os costarán mucho menos olvidar. Se van y aunque te haya podido parecer intensísimo su paso por tu existencia, la verdad es que si alguna vez narraras la historia de tu amor a alguien, no la incluirías en ella. 

Todos guardamos con nosotros a nuestros grandes amores. Los más dolorosos, los más intensos, los más platónicos, los más bellos... Pero nadie cuenta aquel desliz -nosotros tendemos a llamarlos así en lugar de aves de paso- que te sirvió para levantar cabeza aunque solo fuese un poco. 

Personas-clavo. ¿No es eso de un clavo saca otro clavo? Pocas de esas personas se quedan ahí, sujetando el marco en la pared. Caen sin perforar mucho el yeso, como si nunca hubiesen estado. 

Aves de paso, como pañuelos cura-fracasos, no preguntaban si las querían... Y si lo preguntaban, tú mentías. Porque ambos sabíais que tenía fecha de caducidad. 

Démosles el lugar que les corresponde a nuestras aves de paso. A nuestros clavos. Porque podemos serlo de alguien. Porque cicatrizan nuestras heridas. Porque puede que algún día des con el Amor de Tu Vida y haya sido el clavo de otro, o tu propio clavo, o tú el suyo. Y no será tu esclavo, sino tu exclavo -que como dice Alfredo es una puntilla que ha dejado de serlo...-

¡Que no duraban, que no dolían, que te besaban, que se perdían! Aves de paso...

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